

Por años se ha hablado del papel del ejercicio para mejorar la salud física y emocional, pero hoy una investigación encabezada por la Dra. Estefanía Quintana Mendias, Doctora en Ciencias de la Cultura Física, demuestra que también puede convertirse en un complemento clave dentro del tratamiento oncológico.
“Los tratamientos de quimioterapia suelen dejar secuelas que afectan la calidad de vida: dolores musculares, problemas para dormir, cansancio extremo, pérdida de masa muscular e incluso complicaciones cardiovasculares”, explica la investigadora. Ante este panorama, su equipo trabaja en programas de ejercicio físico diseñados especialmente para mujeres que atraviesan o ya concluyeron un proceso de quimioterapia por cáncer de mama.
Quintana subraya que la intención no es sustituir el tratamiento médico, sino integrar alternativas no farmacológicas que permitan a las pacientes recuperar fuerza, resistencia y autonomía en sus actividades cotidianas. “El ejercicio aporta beneficios en todas las esferas: física, psicológica y emocional. Una sola sesión puede mejorar el sueño y disminuir dolores articulares”, asegura.
Las rutinas incluyen ejercicios aeróbicos y de fuerza, con caminadoras, mancuernas, estiramientos y relajación, todo bajo supervisión especializada. Estos planes buscan mantener la masa muscular, mejorar la capacidad cardiovascular y, en consecuencia, facilitar que las pacientes retomen antes su vida laboral y familiar.
Los resultados preliminares son alentadores: “Hemos visto mejoras en células del sistema inmunológico encargadas de atacar células cancerígenas, así como cambios positivos en la capacidad funcional y en el estado de ánimo. Las pacientes nos dicen que ahora pueden cargar a sus hijos, llevarlos al parque o reincorporarse a sus trabajos mucho más rápido”, compartió la Doctora Quintana.
Más allá de las cifras, lo que más emociona al equipo son los testimonios: una paciente que llegaba con andador, ahora camina erguida, juega con su hija; otra, a quien los médicos habían advertido que perdería movilidad, recuperó fuerza y movimiento gracias a la disciplina del ejercicio.
El principal reto, reconoce Quintana, es convencer a las pacientes de iniciar: “Decirle a alguien con náuseas, cansancio y dolor que haga ejercicio no es fácil. Pero una vez que empiezan y sienten los beneficios inmediatos, ya no lo dejan”.
La Dra. Quintana resaltó que el objetivo final de esta investigación es genera evidencia científica suficiente para que el ejercicio físico se integre formalmente a los protocolos del tratamiento oncológico, con rutinas y cargas específicas según cada etapa durante la quimioterapia, después de ella o en periodos de recuperación.
“Cada paciente es un mundo, pero todas nos enseñan que el movimiento es sinónimo de vida. El ejercicio no solo fortalece el cuerpo, también devuelve esperanza”, concluyó Quintana Mendias.




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