

La posibilidad de que la inteligencia artificial (IA) sustituya a legisladores ha dejado de ser una fantasía de ciencia ficción para convertirse en un debate científico de gran relevancia. Expertos analizan los escenarios de una gobernanza liderada por algoritmos, conocida como “algocracia”, evaluando sus ventajas, riesgos y su impacto en los principios democráticos.
Uno de los impulsora de esta idea, César Hidalgo propone un modelo innovador: cada ciudadano programaría un agente virtual que represente sus preferencias políticas. Estos agentes negociarían acuerdos y redactarían leyes automáticamente, eliminando la necesidad de políticos tradicionales. Esta idea promete una representación más directa y una mayor participación ciudadana.
Ventajas de legisladores con inteligencia artificial
La implementación de IA en la legislación ofrece múltiples beneficios. En primer lugar, los algoritmos pueden procesar grandes volúmenes de datos rápidamente, tomando decisiones basadas en información exhaustiva y actualizada, superando las limitaciones humanas.
En segundo lugar, la IA podría eliminar sesgos personales, intereses partidistas o influencias externas, como el cabildeo, asegurando una toma de decisiones más objetiva.
Tercero, los agentes virtuales operarían 24/7, agilizando la creación de leyes y reduciendo la burocracia.
Cuarto, al reflejar directamente las preferencias ciudadanas, la IA podría aumentar la transparencia y la confianza en el proceso legislativo.
Finalmente, un beneficio económico significativo sería la reducción de costos en el gasto público, ya que no sería necesario pagar sueldos a legisladores ni a sus equipos de asesores, liberando recursos para otras prioridades sociales.
No obstante, este modelo enfrenta riesgos importantes. La creación de agentes virtuales dependería de expertos tecnológicos, lo que podría generar desigualdades en la representación. Además, delegar decisiones a sistemas automatizados podría disminuir el compromiso cívico, alejando a los ciudadanos de la vida política.
En un escenario más extremo, los algoritmos asumirían el control total de la gobernanza, eliminando la participación humana.
Este modelo de “algocracia” plantea serias preocupaciones éticas: la ausencia de empatía y juicio moral en las máquinas podría socavar los valores democráticos.
Asimismo, la falta de transparencia en los algoritmos y el riesgo de que grandes corporaciones tecnológicas los controlen amenazan la equidad y la justicia.




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